17 dic 2019

¿CUÁNTO TIEMPO NOS QUEDA...? (Reflexión personal)

"–Está refrescando, puede haber tormenta, nos vamos a volver –Santi le sonrió mientras se acercaba–, hoy está muy bravo el mar…
–¿Por qué sigues conmigo?
–¿Por qué sigues tú conmigo?
Y le asaltó el temblor en la barbilla, aquel que le advertía de que el llanto le iba a reventar en el pecho. Santi la besó en la frente, ajustó la manta a sus piernas y se colocó detrás de ella para guiar su silla, empujó unos metros y su respiración le rodeó el cuello:
–Sigo contigo porque no sabría a dónde ir sin ti…
–Siempre tienes la respuesta que quiero escuchar.
–Estoy enmendando mis errores pasados, aquellos en los que no te decía lo que necesitabas, aquellos en los que no sabía decirlo, igual es porque pensaba que habría mucho tiempo para hacerlo.".
("La línea del arco iris")
Encarni Barrera
Escribí un relato corto, está registrado, no está publicado, pero hoy quise releerlo y me emocioné...
¿Cuánto tiempo nos queda?
¿Creemos de verdad que tendremos tiempo de corregir errores?
¿Y si mañana nos fuéramos, así, en silencio, cuántos "te quiero" nos quedarían por decir... y cuántos "perdón"?
¿Cuántos errores hemos cometido con los demás, por altanería, por cabezonería, por orgullo, por prepotencia, por creernos con la verdad absoluta, por creer que nos lo merecíamos todo y los demás nada, por creernos superiores, por nuestra ira, por nuestro odio, por querer destruir a los demás para salvar nuestra razón... Cuántos errores serían?
Pues eso, que releyendo "La línea del arco iris" me pregunté qué pasaría con el corazón de las personas a las que no pude decir todo lo que sentí, bueno y malo, porque también nos iremos con los daños que nos causaron, con las lágrimas que nos hicieron derramar, con las palabras hirientes que nos dedicaron...
Se está yendo un año, siempre creí que, cuando una personas es separada de nuestras vidas, esa persona sabe el por qué, que es un rato absurdo que busque la excusa del "no sé qué le he hecho", todos sabemos lo que hacemos. Es decir, apartamos porque se nos insultó en público o en privado, porque se derrochó con nosotros despecho y rabia, porque fuimos objeto de cotilleos de los que nos enteramos, porque actuamos con el poder que da la rabia, esa que luego nos pasa factura. Apartamos porque no se nos aporta nada bueno, porque la relación puede ser tan tóxica que nos reviente el alma, apartamos porque fuimos objetos de juicios en los que se nos condenó sin habernos escuchado. Apartamos porque se nos perdió el respeto, a nosotros o a quien queremos, apartamos porque tenemos el derecho de continuar camino con calma, sin que se nos culpe de todo cuando sabemos que las culpas se reparten... Y por los mismos motivos se nos aparta. Pero, cuando se nos aparta por haber tejido maldad, sabiendo que lo hemos hecho, deberíamos de pensar que un corazón que odia rara vez será feliz, y que, en el momento de decir adiós a la vida, igual seremos conscientes de que, efectivamente, no teníamos tanto tiempo como pensamos... Nada, son sólo reflexiones mías... Estas tardes de otoño en calma mientras empieza a llegar la noche...

16 dic 2019

LA MEJOR PALABRA... (Reflexión personal)



La mejor bofetada es la que no se da”, no me gusta mucho eso de “la bofetada”, yo siempre he sustituido este refrán por otro parecido: “La mejor palabra es la que no se dice”…. Soy de las que piensan que es uno de los pocos refranes que tienen más razón que un santo, que diría mi abuela, quizás porque no soy persona de responder bofetadas, ni físicas ni verbales. Suele pasar que, casi siempre, cuando alguien “pincha” es porque desea el enfrentamiento, y usará su más vulgar y cruel estrategia para conseguirlo, y yo, personalmente, soy de poco saltar vallas, mayormente porque ya no tengo edad ni de lo uno (saltar vallas) ni de lo otro (pelear vulgarmente), he entrado en ese estado laxo de la indiferencia, tal vez porque comprobé que mi silencio responde más y mejor. 
Ya no estoy para eso, mi edad me impide por prescripción personal entrar en trapos ni en juegos quinceañeros con la excusa del “¡uy lo qué me ha dicho!”, porque hay que aprender a meditar, a reflexionar, a calibrar el por qué, el alcance, la veracidad, la educación y sobre todo si eso nos va a reportar alguna satisfacción. Si cedemos y respondemos entramos en los “dimes y diretes” que llevan y desembocan en patetismos por las dos partes, yo prefiero quedarme callada. Hay quien “pincha” para hacernos entrar en el circo que ha montado para su propio disfrute, su propio lucimiento, y en ese montaje ha colocado a espectadores y ha vendido entradas, sin tener en cuenta que hay quien no va a dar ningún salto mortal. La mejor palabra es la que queda siempre dentro. No creo en los karmas, creo que la vida va girando, no siempre se recibe bien por bien, ni se devuelve mal por mal, pero sí es verdad que la paciencia es una virtud en desuso, y a quien es capaz de ejercerla sobre sí mismo le puede dar dulces frutos. 
La rabia, la ira, el despecho, el acaloramiento, suelen ser malos consejeros, suelen usarlos las personas con poco dominio sobre ellas mismas, las que no se toman diez minutos o diez días para reflexionar, las personas que “pinchan” confían en la inseguridad y en la prepotencia ajena porque esas son las cualidades que ellas poseen. No merece la pena perder el tiempo y la serenidad respondiendo provocaciones originadas por la envidia, el rencor, el odio, la inestabilidad mental y personal, la inseguridad y la falta de autoestima. Todo pasa, y nos podemos arrepentir de haber abierto la boca, porque la vida es larga, el camino difícil, y las energías, al menos yo, me gusta dedicarlas a caminar despacio, intentando caminar sobre seguro, sin detenerme con cada ladrido de perro, con cada piedra que aparezca, el reto, el verdadero reto, no es responder insignificancias, el verdadero reto es aprender a saltar obstáculos para llegar hasta meta, para conseguir lo que vale la pena, y para eso, para eso sí, una servidora saltará vallas, aunque ya le queden las fuerzas justas.
Encarni Barrera

15 dic 2019

LA VALENTÍA... (Reflexión personal)

Hay que reivindicar la valentía, esa que se esconde entre las uñas y en los poros de la piel, que nos grita que nos lancemos y que acallamos con el miedo que cierra grietas.
Desoír a quien lanza la misma cobardía disfrazada de frases tan cautas que asustan, no olvidar jamás que la cobardía se contagia, que los cobardes inoculan el gas que almidona, y acostumbra, y acartona, y frena...
Los cambios son necesarios, si no se cambia no se evoluciona, se enquista la rutina y se mal forman los sueños.
Atreverse a cambiar el rumbo, porque cuando el barco se ha detenido en alta mar no se moverá si no hay un golpe de timón que lo despierte del letargo... Y aceptar las dudas, saber que puede que se fracase, pero tener la conciencia de que el fracaso es resultado de la acción, el resultado del movimiento, cuando nadie fracasa, cuando nadie cae, quiere decir que su vida fue estática, que no se movió, que permaneció impasible, tampoco es sano la conformidad del alma, el alma debe de ser rebelde, el espíritu debe de rebelarse de vez en cuando, y aprender a caer para conocer el poder interno que conlleva levantarse...
Hablar de cambios, del miedo de quien se mueve, de los riesgos de moverse, de la incertidumbre y de las noches en vela, pero sobre todo comprender que no es lo mismo Vivir que Acostumbrarse, de vez en cuando es bueno abrir la puerta y salir fuera, porque lo de dentro, la mayoría de las veces, ya nos lo conocemos y dejó de asombrarnos, de sonreírnos, de sorprendernos, de empujarnos...

10 dic 2019

NADA VOLVIÓ A SER LO MISMO... (Pequeño relato)


Nada volvió a ser lo mismo. Quise intentarlo. Después de mi interrogatorio, aquello de “pregunta-respuesta” que ya habíamos probado hacía unos meses, cuando mi vida se tambaleó la primera vez, cuando volví la esquina perfecta en donde, a pesar de ser perfecta, se me apuñaló el alma. La fórmula perfecta para que tú no sufrieras demasiado al confesar infiernos ocultos en tu vida y para que yo, lentamente, cerrara los ojos una y otra vez, mientras leía, esperando tus respuestas y mientras mi corazón galopaba y amenazaba con reventar en mi pecho, escondida yo tras la pequeña pantalla de un móvil. Ese “sé qué pasó, quiero la verdad”, ese “va a haber cosas que te van a doler mucho”;y responder con la mentira sincera, la más sincera de las mentiras, “no te preocupes, estoy preparada”, olvidando que nunca lo estamos, nunca nos preparan para que alguien te saque el corazón y lo pisotee. Un largo paseo después de saber que sí pasó, que ocurrió, que nunca debí de preguntar, un paseo para gritar al vacío y llorar con la rabia del no retorno, el paso ligero, la respiración acelerada, visualizando en la mente, una y otra vez, cada una de las terribles respuestas a las inclementes preguntas. Vaciando tu alma, “esto no es fácil para mí”, y mi rotundo “ni para mí” que me salió rabioso, tecleando sobre el inocente móvil ajeno a aquellas declaraciones podridas de años, esas que se enquistan, las que, de repente, te hacen ver cuánto de ruin fuiste capaz de ser, cuánto de mentiroso, cuánto de irresponsable, cuánto de miserable. Confesando que no me tuviste en cuenta, que olvidaste que podía sufrir. Recurriendo a la vacilante suerte para que jamás se me presentara delante la realidad putrefacta de los cadáveres dejados en las cunetas y nunca enterrados, confiando al azar y rogando para jamás yo supiera… Dejé al viento golpear mi rostro para que secara mis lágrimas, retomé el resuello placentero de la conformidad por lo que no tiene solución, me acurruqué en aquel rincón olvidado de mi dormitorio de niña, el mismo que me sirvió de tumba durante meses. Y perdoné…
Nada ha vuelto a ser lo mismo. Juro que lo he intentado. He ofrecido mis labios puros, los que besaron los tuyos marcados por pecados múltiples e impuros. Te miré a los ojos y recibí tu mirada, y no pude soportar el sabor de tu saliva, ni tus manos en mis pechos, ni los besos en mi cuello. Ese asco que te hace dar arcadas, que se instala en el estómago y sube hasta la cabeza, que queda alojado en el corazón, que hace que las imágenes narradas dancen el extraño baile de máscaras amándose cuando todo es tan dantesco que las llamas crecen alrededor. Las risas ajenas que te golpean el tímpano, los gemidos de la boca que se amaba, las caricias ofrecidas como oblación a una diosa que no era yo… La angustia paseándose por mis costados, apretando mis costillas y haciéndome sollozar de pena. El sonido gutural semejante al lamento de la muerte entre mis dientes, rasgando mi garganta y destrozando mi laringe… No pude olvidar, lo intenté, juro que he intentado relegar al olvido las frases dichas, impresas en una pequeña pantalla, he intentado carbonizar a fuerza de amor y de ternura toda la crueldad de tu indiferencia, tu olvido, tu desdén y tu desprecio. No he podido olvidar mis llantos, mi abandono, el sufrimiento de saber que hubo quien sació tus años de hambre de caricias, cuando yo esperé tu llamada ignorante de que en una cama se me robaba la vida y eras tan cruel que olvidaste mi vida... Nada ha vuelto a ser lo mismo…

Ha sonado por cuarta vez el teléfono, por cuarta vez mi mirada impasible ha sostenido unas ramas del árbol que se mece al ritmo del viento frío que trae un invierno cercano, por cuarta vez he dejado que se agote la impaciencia de unos tonos helados como tu alma, la de entonces, la que no tuvo en cuenta que la suerte, esa a la que se invoca para desear que por toda la eternidad los pecados queden ocultos, puede ser la peor de las aliadas. He sonreído cuando el silencio ha invadido el espacio en penumbra del dormitorio, cae la tarde, está gris el cielo y negra mi vida. Te di todo, entregué lo imposible, caminé de tu mano creyéndote guía, creyéndome palabras que han sido mentira. Y la tarde cae. Frente a mí ya las sombras que han ido calando en mis huesos y en mi mirada. Te quise tanto que ya no duele, ha huido de mí el alivio que suponía dejar a mis lágrimas libres. Ya no duele, o eso quiero creer. Fue imposible mirar desde abajo, mirarte a los ojos mientras me besabas, me apisonaba el peso de tu cuerpo sobre el mío, veía a centímetros la boca que mintió, y robó, y gozó, y mancilló un amor puro… no pude amarte, me revolví como la fiera enjaulada, la que es azuzada con una tea ardiente, me zafé de tus manos que pinchaban, las mismas que dieron caricias y me hicieron feliz tantas veces… Ya no duele. He dejado de escuchar tu nombre pronunciado por mi corazón, retumbando como un eco en mis pulmones, vaciado el cofre de mis sueños, abandonados los pasos compartidos.
Nada ha vuelto a ser lo mismo sin ti… Pero jamás hubiera sido ya lo mismo contigo…
(Encarni Barrera) 

8 dic 2019

MIS REFLEXIONES...


He comprobado que soy muy poco negativa, que casi siempre veo el vaso medio lleno, que no importan ya algunas cosas que eran determinantes años atrás. Me empieza a gustar mi desorden, todo el desorden, incluido el desorden mental que todos llevamos en algún momento y que no sé por qué motivo nos empeñamos en ocultar, nada más humano que sabernos imperfectos y desordenados. He dicho adiós a personas que creí que me importaban, sólo creí, he abierto las puertas a otras que, estoy segura, traerán motivación y sonrisas.
Recurrir a los años vividos en un intento de que todo vuelva a ser igual es poco más que una quimera.
Después de tener conciencia de que muy pocas cosas son para siempre, es mucho mejor centrarse en hacer de esos momentos que vivimos unos instantes inolvidables, que nos pongan una sonrisa una vez recordados y evitarnos la amargura del recuerdo de lo que no fue...
(Encarni Barrera)

7 dic 2019

HA PASADO UN AÑO... Y YO ESCRIBÍ ESTO (2018 DICIEMBRE)

De pequeña quería ser mayor. Desde siempre quise ser mayor y ser escritora. Y las dos cosas las realicé en mayor o menor grado, soy mayor y escribí, sé que moriré un día, pero también sé que mis hijos podrán acariciar el lomo de novelas que pasaron sin pena ni gloria, pero que fueron el sueño realizado de su madre… Fui una niña inquieta que siempre hizo o intentó hacer lo correcto, un alma rebelde encerrada en un cuerpo obediente, incapaz de rebelarse contra las normas, incapaz de dar un disgusto a sus padres y así me llegó la adolescencia: incapaz de dar un disgusto a mis padres, incapaz de romper unos horarios… y mi alma rebelde seguía enclaustrada, y deseaba volar y nunca supe cómo. Y perdí mi niñez y se fue mi adolescencia y mi juventud la marcaron las reglas que conforman el mundo en el que me tocó vivir. Y fui feliz. Siempre lo fui, aún encerrada en una jaula de obediente aceptación, aún sabiendo que podía llegar más lejos pero que no me dejaban mover las alas más allá del alar del tejado… pero fui feliz. Igual es cierto que ser feliz es aceptar la situación y disfrutarla, aunque sepamos que no es la nuestra, que tenemos otras situaciones.

Deseaba poner cintas en mi pelo y usar minifaldas, y atreverme con escotes que dejarían sin misterio mis exuberancias, y deseaba pintarme más y poder fumar sin ocultarme, y leer sentada en el suelo sin que supusiera una “postura poco decente”… Y deseaba que mi padre aceptara que me había enamorado del chico equivocado, ese que el odiaría de por vida porque era el canalla incurable que haría sufrir a su hija, pero que su hija lo adoraba. Y deseaba viajar sin tener que arrastrar una maleta llena de latas de conservas… Se nos va la vida y no nos damos cuenta, nos paramos poco a pensar en lo que deseábamos hacer y no hemos hecho, en lo que todavía podemos hacer. Ahora escribo y me hago mayor, y pongo en mi pelo cintas y sombreros, ya no vigilo relojes porque nadie me reñirá si llego tarde, no uso minifaldas por un mero sentido de la comodidad, no uso tacones porque mis pies me salieron impertinentes y me protestan si los martirizo… Pero uso gorritas, y sombreros, y boinas, y me gusta, y me pongo escotes aunque ya mis exuberancias den poco juego, siguen dando el justo y necesario para quien, todavía, sigue siendo aquel noviete canalla que mi padre odiaría toda su vida. Sé que ya no, sé que mi padre ya no odiaría, porque él, al igual que muchos, con el tiempo descubrimos que ser feliz es lo único que importa en este valle de lágrimas…

De pequeña quería ser mayor… Y me estoy haciendo mayor disfrutando del aire, sabiendo que mis hijos me ven feliz y con eso me basta, sabiendo que en sus abrazos está el ánimo para que vuele, porque ya mis alas crecieron y me permiten llegar más allá del alar del tejado. Y porque ellos, los míos, mis hijos, lo único que me importa, son los que realmente pueden empujarme o detenerme, y me empujan, y saben que renuncié a muchas cosas, como todas las madres, como la mayoría de las madres de esta generación mía mutilada un poco, conformista un mucho… Es mi hora de hacerme mayor y de volar, y de abrazar un cuerpo que dejé escapar, todavía estoy en edad de hacerlo, porque mi corazón sigue latiendo, porque nadie sabrá nunca de los pasos no dados ni nadie morirá por mí… De niña quería ser mayor, y me he hecho mayor así, sin prisa, descubriéndome a mí misma y decidiendo por mí misma, sabiendo, a estas alturas, que no debo explicaciones, que no debo nada a nadie, que quiero ser feliz como lo fui un día, sabiendo que todo pasa, que a veces se nos escapa el aire en un suspiro y el amor se nos va por la ventana, y tenemos que aprender de nuevo a respirar, a amar y a sonreír… Y yo quería ser mayor y lo conseguí, porque personas conocidas se fueron sin atisbar siquiera la belleza de una arruga… Y hoy que soy mayor quiero ser feliz, quiero arrugarme la piel junto a la piel que amo, que mis manos se completen con venas azules y coger otras manos, que mis párpados sean flácidos y miren otros párpados flácidos, porque será señal de que, al final, cuando fui mayor, escogí bien, porque será señal de que me hice mayor y fui capaz de volver a amar, porque así comprobaré que el recorrido mereció la pena…

De niña yo quería ser mayor. Nunca, hasta ahora, tuve claro para qué… Ahora sí, porque he descubierto que a veces te haces mayor para poder hacer todo aquello que, en un tramo de la vida te fue imposible realizar, conseguir, y alcanzar… Ahora que soy mayor, sólo quiero envejecer feliz, junto a mis hijos, junto a quienes hayan decidido quedarse a mi lado, junto a la persona elegida en este último tramo que fue el primero… y así irme despacio, sin prisa, sabiendo que un día mis hijos acariciarán el lomo de un libro que escribí, una foto en la que estará mi sonrisa y mi recuerdo, y sabrán que, al final, su madre fue mayor y fue feliz…

(Encarni Barrera)

6 dic 2019

Y ENTONCES DESCUBRES...

Y entonces descubres que no importan cuántas dietas hayas hecho, ni siquiera si han funcionado, que da igual el contorno perdido de la cintura, la celulitis del trasero que ya se cae a ojos vistas... 
Descubres que no importan cuántas cremas hayas usado, ni a los centros de estética que hayas acudido, que las patas de gallo están ahí y se encogen cuando sonríes, y que da igual si tienes que acudir más habitualmente a tapar tus canas... 
Descubres de repente que hay unos ojos que te miran distintos, que saben que todo eso ha pasado porque el tiempo pasó por encima, pero ha descubierto, sin que tú te dieras cuenta, de que tu risa "le pone", de que ya no se excita por unas curvas exuberantes sino por una risa incontrolada, de esas que da la madurez, porque esos ojos han descubierto que su trasero también se cae a ojos vistas, y sus patas de gallo se arrugan al verte reír a ti. Es así de simple... 
Hay un día en el que descubres que una mano acaricia tu cabello mientras ve la televisión, por el simple placer de tocar algo tuyo, que no necesita que tengas un tanga imposible, porque, por raro que parezca, también "le pone" un viejo pantalón de chandal... 
Y descubrir que discutir no es tan malo, ni tan hiriente, porque se descubre que en mitad de una discusión se suelta un beso perdido, cuando ya creías que la boca, esa a la que se le han fruncido las comisuras de los labios, es todavía capaz de responder con un largo beso con lengua, como a los quince, y no pasa nada... 
Porque las arrugas, la celulitis, las canas, te han dado el poder para descubrir que nada cuenta más que las ganas, y que el Amor, después de todo, no era la ropa sexy, ni el cuerpo firme, ni el maquillaje perfecto, el Amor era algo así como lo que estás viviendo ahora, cuando has descubierto, de repente, que sigues siendo visible porque el corazón, precisamente, entiende sólo de lo que hay detrás de tu mirada...

Encarni Barrera

  Ha llegado el naranja otoñal que preludia al invierno, el quebrado naranja de las hojas que piso, caminando desnuda y esperando los hiel...