20 oct 2020

ESA EDAD PERDIDA...

                                                                                                                                                                
 Hace más de cuatro meses que no escribo en este Blog que, hace la friolera de más de siete año creé, que luego eliminé, que ya tenía una cantidad estupenda de visitas, pero que, a fin de cuentas, no era más que un espacio en el que divagaba y me esparcía por mis propios dominios internos. Y hoy decidí que era el día del regreso. Cambié el título y lo he llamado La edad encontrada, tal vez porque estoy ahí, en esa edad que encontré sin buscarla, como nos suele suceder a la mayoría. Un buen día nos despertamos y ¡zas! nos damos cuenta de que nos hemos encontrado con una edad con la que no contábamos. Y así estoy, disimulando, como casi todo el mundo, y haciendo que sé hacia adónde voy y de dónde vengo... Craso error, rara vez lo sabemos, aunque presumamos de ello y se nos llene la boca de autosuficiencia. No lo sabemos hasta ese momento en que nos encontramos con la edad que habíamos perdido... Es otoño, meteorológicamente y para mí también cronológicamente, es un otoño extraño este, en el que andamos perdidos, saturados, enfadados, atemorizados, decepcionados. Un otoño gris que nos llegó de una primavera que no floreció y un verano restringido y medido con metros de separaciones y mascarillas que nos han tapado la sonrisa. Hemos aprendido a hablar con los ojos, a sonreír con la mirada, ya era hora. Aunque hayamos tenido que aprenderlo de esta manera tan demencial... Es otoño, una edad encontrada en un otoño desangelado y distante. Pero aquí estamos. Vivos. Y aquí estoy, sentada frente a las cuatro esquinas del ordenador, buen compañero de estos días que se barruntan difíciles y más grises si cabe, escribiendo sobre edades encontradas. Dispuesta a contarme a mí misma qué ha sucedido durante estos cuatro meses, dispuesta a narrármelo a mí misma, porque si pienso que alguien va a leer esto me entraría la timidez despistada del "no quiero que lean mis entrañas" y entonces no sería yo misma... Así pues, tras esta explicación que sólo a mí importa, por aquello de excusarme para volver a escribir, doy por recomenzada mi manía de reflexionar, narrar, reírme y llorar. Opinar, criticar, divagar y hablar de temas normales que les suceden a personas normales, por mucho que los egos de los que escribimos nos griten que nosotros, los que escribimos para mucha, para poca o para ninguna gente, somos seres que hablan de temas extraordinarios, interesantes y trascendentales... Bueno, yo, como escribo para mí, me puedo permitir el lujo de escribir de lo que me dé la gana, y así lo haré, porque para bien o para mal, encontré la edad que no buscaba, y esa edad acaba de hacerme libre.

  Ha llegado el naranja otoñal que preludia al invierno, el quebrado naranja de las hojas que piso, caminando desnuda y esperando los hiel...